En este libro se narra la historia de su protagonista, Horacio Oliveira, jugando con la subjetividad del lector a la vez que tiene diferentes finales. A este tipo de novela se le suele llamar "antinovela", aunque el propio Cortázar prefería llamarla "contranovela".
A pesar de que el estilo es muy variado durante toda la obra, se la suele relacionar con el surrealismo de la literatura argentina.
Todo esto puede resultar bastante conocido para la mayoría del público, pero lo que no todo el mundo sabe es que esta obra no iba a llamarse como todos la conocemos, Rayuela, sino que el escritor quería llamarla Mandala. Según la RAE, la definición de mandala es "en el hinduismo y en el budismo, dibujo complejo, generalmente circular, que representa las fuerzas que regulan el universo y que sirve como apoyo de la meditación". Esa búsqueda de la armonía y de la esencia que representa este símbolo coincide con la que afronta Horacio Oliveira, el protagonista de Rayuela.
Finalmente, Julio Cortázar creyó que Mandala sonaba demasiado pretencioso y se decidió por Rayuela, el juego infantil que traza como objetivo alcanzar el cielo, justo lo mismo a lo que aspira Horario Oliveira, salto a salto, igual que los lectores. En 1964 escribió en una carta a su amigo Manuel Antín, director de cine argentino: "de golpe comprendí que no hay derecho a exigirle a los lectores que conozcan el esoterismo búdico o tibetano; pero no estaba arrepentido por el cambio".

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